La televisión estaba frente a la cama. En la pantalla se veía una habitación terrorífica, de paredes de
piedra, y en los rincones colgaban telas de araña, y estaba iluminada por las velas de un candelabro.
A Estefania no le gustaban las películas de terror. Estiró el brazo para tomar el control remoto, que estaba en la mesita de la veladora. Cuando volvió a mirar la tele, en la habitación terrorífica había un
payaso, que a pesar de caminar, lucía como si hiciera tiempo que estuviera muerto.
Estefania intentó apagar la tele pero no pudo. El payaso empezó a acercarse a la pantalla, y apoyó sus manos como si se apoyara en el vidrio de una ventana. Fijó sus ojos amarillos en los de Estefania y comenzó a sonreír. Acto seguido bajó sus manos, y parte de sus brazos dejaron de verse
en la pantalla. Estefania estaba petrificada de terror, y no podía ni gritar. De pronto, los brazos del payaso salieron de abajo de la cama, de los costados, y se estiraron como serpientes hasta sujetar a
Estefania, que ahí sí gritó con todas sus fuerzas. Y así despertó de la pesadilla, gritando.
La televisión estaba apagada. Se llevó las manos a la cara, como hacen los niños cuando se asustan.
¡Qué pesadilla más horrible! - exclamó Estefanía. Cuando retiró las manos de la cara y abrió los
ojos, la televisión se había encendido nuevamente.
Se volvió hacia el corredor por donde había venido, y escuchó con atención; sólo había silencio.
Los alumnos y las maestras se habían retirado, y las sombras de la noche ya envolvían el patio de la
escuela. Los salones que durante el día rebosaban de inquietos niños, ahora estaban vacíos e inmóviles en la penumbra, aunque algo insano saturaba el aire, y la temperatura había descendido.
Esteban era el director de aquella escuela. Aunque ahora no escuchaba nada, estaba seguro de haber
oído una risita disimulada, como de alguien que se burla a espaldas de uno.
Volvió sobre sus pasos y empezó a revisar los salones. El aire estaba tan frío que su aliento se veía
como si fuera una bocanada de humo.
Llegaba al final del corredor cuando desde el último salón brotó el estruendo de una carcajada, y
Esteban se estremeció al reconocerla: Era la carcajada de aquel payaso que muriera en la escuela.
Había animado una fiesta escolar durante varias horas, cuando de pronto cayó al suelo y comenzó
a convulsionar. Los niños creyeron que era parte de su espectáculo, y se echaron a reír, y hasta
algunos comenzaron a imitarlo arrojándose al piso. Sólo una maestra advirtió la angustia en los ojos
del payaso, pero ya era demasiado tarde; murió allí mismo, entre las risas de los niños.
Enseguida de la carcajada, la aparición del payaso asomó la cabeza y una mano, y lo saludó con un gesto, para luego saltar hacia el corredor. Se elevó en el aire y se abalanzó volando rumbo a Esteban,
al tiempo que lanzaba su risotada aterradora.
Esteban corrió hacia la puerta, con la aparición volando tras él. Salió a la calle como una exhalación y no paró hasta llegar a su auto, no volteando en ningún momento.
Ya en su casa, pasado el momento de terror, Esteban reflexionó largamente sobre el asunto.
Concluyó que haciéndole un homenaje al payaso, tal vez su espíritu dejaría de rondar por la escuela. Después de un acto solemne, durante el recreo, se colgó en un salón la foto del payaso. También hizo
bendecir a la escuela, y aparentemente el problema se solucionó; mas algunos alumnos afirman, que
a veces la foto del payaso hace alguna morisqueta, o guiña un ojo.
bebían algunos tragos y comían bocadillos; afuera, en el jardín, los niños jugaban y corrían
entre los canteros de flores y los árboles.
Además de las luces que siempre había, colocaron unos reflectores más, pero algunas zonas
del jardín igual quedaron entre sombras.
Era el cumpleaños numero cuatro de Isabel.
Cuando sus padres vieron que ya era un poco tarde decidieron partir la torta. Su madre salió
al jardín y gritó:
- ¡Niños! ¡Vamos a partir la torta! Vengan. - los niños corrieron hacia ella y la rodearon con
algarabía.
Buscó entre las pequeñas cabezas mas no encontró la de su hija. Miró más allá de la multitud
de niños y la llamó:
- ¡Isabel…! Vamos a partir tu pastel, ¡Isabel, ven!
- Isabel se fue. - dijo uno de los niños. Otros dijeron lo mismo.
- ¡Cómo que se fue! ¿A dónde? - preguntó la madre, ya algo angustiada, como presintiendo…
- Se fue con el payaso, él se la llevó - afirmó una niña y otros le dieron la razón.
- ¡El payaso! - exclamó horrorizada la madre. No habían contratado ningún payaso.
Por la calle que tomaba al salir de su trabajo. Era de noche; Arturo dobló en la
Esquina acostumbrada, unos metros mas adelante estaba la parada de ómnibus
En la cual diariamente esperaba su transporte.
Al llegar a la parada se sentó en el banco, y mirando hacia todos lados notó lo
Desolada que estaba la calle. No había autos ni peatones circulando, y no se
Escuchaba ni el menor ruido. Miró su reloj, lo desconcertó no poder distinguir
La hora. Con preocupación volvió a mirar su entorno, algo estaba mal pero no
Sabía que era. Observó con atención las fachadas de las casas, las veredas, el
Buzón de la esquina, los anuncios del viejo bar, todo le era familiar, pero la
Sensación de que algo no cuadraba no lo soltaba.
Seguía sentado en la parada del ómnibus, observando desconfiado su entorno;
Cuando de repente vio que caminando por la vereda se le acercaba un personaje
Al cual el le tenía terror.
Arturo no era un hombre asustadizo, pero secretamente tenía una fobia a la cual
No le veía sentido ni entendía su origen, pero ante la sola imagen de lo que causaba
Su miedo sentía que el corazón le daba un salto.
Avanzando a grandes pasos, sonriendo y señalándolo con el dedo, se le acercaba
Un payaso. Con su ropa multicolor y holgada, el rostro maquillado y una sonrisa
De oreja a oreja, el payaso hizo que Arturo lanzara un grito.
Antes de que el payaso llegara a su lado Arturo despertó.
Sobresaltado por la pesadilla, se sentó en la cama para aclarar su mente.
Su esposa, que dormía a su lado, se había despertado, encendió la veladora y
Le preguntó:
- Qué pasó Arturo, me pareció que te oí gritar -
- Si, es que tuve una pesadilla horrible - Le contestó Arturo, y al voltear hacia
Su esposa vio que esta tenía la cara pintada de blanco.
Ya estaba abriendo la puerta cuando se acordó que su esposa usaba una máscara
De crema facial.
Fabricio navegaba por Internet. Con su computadora portátil sobre la mesa del
Living, Fabricio buscaba cuentos de terror. Afuera ya estaba oscuro, la lluvia
Resbalaba por el vidrio de la ventana, y el sonido aburridor del aguacero cubría el
Barullo de la ciudad.
Le llamó la atención el nombre de una página, “CUENTOS DE TERROR DONDE
USTED ES EL PROTAGONISTA”. Entró a la página y vio una lista con categorías,
Arriba de la lista decía: “¿A QUE LE TEMES MAS?”. Fabricio eligió cuentos de
Payasos. Pasaron los segundos y luego de dos minutos el cuento aún no aparecía.
Fabricio esperaba expectante, lleno de curiosidad. Vio algo por el rabillo del ojo,
Al desviar la mirada de la pantalla, vio que había un payaso sentado en un sofá.
El payaso miraba hacia la pared, y lentamente fue girando la cabeza hasta que sus
Ojos rojos se fijaron en los de Fabricio, y su sonrisa enorme mostró unas hileras de
Dientes podridos y puntiagudos.
Fabricio despertó exaltado, se había dormido sentado, había tenido una pesadilla.
Menos Franco. Un gran circo llegaba a la ciudad y se iba a instalar justo al lado de
Su casa en donde había un inmenso terreno baldío; esto le preocupaba a Franco
Pues le tenía terror a los payasos. Descubrió su miedo en la fiesta de cumpleaños
De un amigo en donde contrataron un payaso, en ese entonces tenía seis años, ahora
Con trece cumplidos seguía con su miedo pero como lo avergonzaba no se lo contó
A nadie, ni siquiera a su hermano menor Sergio de ocho años con el cual era muy
Unido.
Desde el fondo de su casa vio la carpa multicolor elevarse como si fuera un gigante.
Solo un muro de unos dos metros lo separaba de aquel mundo bullicioso y fantástico.
Toda la familia asistió a la primera función. Como primer acto aparecieron los payasos,
Sus piruetas y ocurrencias hacían reír a la gente. Franco comenzaba a sentirse mas
Cómodo, su miedo se estaba diluyendo. Miró a un costado y vio que entre el público
Había un payaso, extrañamente la gente que estaba a su alrededor parecía no notarlo.
El payaso volteó con rapidez y sus siniestros ojos se fijaron en los de Franco, su rostro
Era horrible, cubierto de blanco y con una boca inmensa que sonreía diabólicamente.
En un abrir y cerrar de ojos el payaso estaba sentado a su lado, su enorme mano
Enguantada tomó la de Franco, el niño se desmayó de terror.
Despertó sobre una cama de hospital, a su alrededor estaba su familia;
- Franco, que susto nos diste, por suerte el doctor nos dijo que estas bien -
Dijo su madre mientras le acariciaba la frente - Los dueños del circo nos ayudaron
A traerte, vinimos en uno de sus vehículos, fueron muy amables, es mas, insistieron
En mandar a alguien para animarte cuando te recuperaras - dijo el padre.
- !Hooolaaa¡ - la puerta se abrió y asomó la sonriente cara de un payaso
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